Un Recordatorio en el Día de los Padres:

Los Pioneros en Nuestra Comunidad y de su Tradición y Ejemplo de Servicio
Artículo publicado en: EL NUEVO COQUI

Edición del 16 al 23 de Junio, 2011 (Día de los Padres)

Por Lcdo. William Enrique Agrait

EN ESTE DÍA ESPECIAL, deseo compartir mi sentir y mis recuerdos de mi padre, el DR. WILLIAM EDGARDO AGRAIT, 83, quien nació en el Viejo San Juan, Puerto Rico, el 19 de junio de 1923. Se crió en la ciudad de Mayagüez, y como muchos de sus compatriotas boricuas participó en la Segunda Guerra Mundial, defendiendo el Canal de Panamá, como sargento, en un ejército americano, que aún practicaba la segregación racial. A través del programa de ayuda a los veteranos, el G. I. Bill, se graduó en la segunda clase de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico.
Así llegó al Bronx en el 1957 con su título en medicina, y licencia médica, y estableció su consulta en medicina general en las avenidas Grand Concourse y Tremont del Bronx. Ya para esos tiempos, los fines de los 50, la migración boricua hacia los Estados Unidos, vía el Bronx, llegaba a su punto alto. Ha sido bien documentado el que, para esos años, la comunidad puertorriqueña en el Bronx, vivía un aislamiento racial, y de escasa participación política. Todavía no existían la leyes de Derechos Civiles, de Derecho al Voto, y otros remedios tales como la ley de Derecho al Voto y de Educación Bilingüe. En ese entorno humilde, él le sirvió y atendió las necesidades médicas de su comunidad. “El doctor simpático”, como se le conocía, cuidó de sus pacientes brindándoles sus servicios y atenciones médicas con profesionalismo y con la dignidad, orgullo y calor de su Isla natal. Daba de sí mismo, ya que su dispensario médico en el Bronx, a diario se convertía en un centro bilingüe de servicios sociales.

Después de ejercer la medicina en el sur del Bronx por 38 años, se jubiló en el 1986 y se mudó a Waycross, Georgia. Falleció el 22 de octubre de 2006, en su residencia de McDonough, Georgia, y como muchos veteranos de la Segunda Guerra Mundial, fue enterrado en el Cementerio Militar de Puerto Rico, conocido como “El Nacional”.
La entereza y coraje que caracterizó a nuestros padres en esa generación de pioneros en los 1950, no deben de ser menospreciados. Los sacrificios de nuestros padres, como el mío en su profesión, en su comunidad humilde del Bronx, al igual que tantos otros en otras comunidades lo llevaron a cuidar y a servir a su comunidad. El legado de nuestros padres pioneros debe servirnos de ejemplo a los profesionales de hoy, para que en el presente continuemos y adelantemos, sobre sus esfuerzos y logros.

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